La retirada del pañal es uno de los momentos que los padres suelen vivir con más desasosiego. Se trata de un cambio importante en las rutinas del bebé y es, sin duda, un paso adelante en su desarrollo que, a menudo, no resulta tan fácil como desearíamos.
En muchas ocasiones la decisión de retirar el pañal obedece a su inminente entrada en la escuela que, en muchos casos, exige que el pequeño acuda sin peya. Es por ello que, con demasiada frecuencia, los padres se ven forzados a retirar el pañal incluso cuando el niño no ha alcanzado la etapa de desarrollo que le permite controlar los esfínteres. Si aún no está preparado y necesitas comprar pañales, te recordamos que nosotros los vendemos online y te los llevamos a casa por un precio más que razonable.
Y es que ese control responde a un proceso fisiológico y, aunque se puede motivar, enseñar y orientar al niño, la operación no dará resultado hasta que el pequeño no esté físicamente preparado.
A menudo, los niños adquieren las habilidades físicas y cognitivas necesarias para controlar los esfínteres entre los 18 y los 24 meses de edad, aunque no resulta nada extraño que no lo consigan hasta pasados, incluso, los tres años y medio.
Algunas señales orientativas
Existen algunas señales que nos indican que el niño está preparado para controlar los esfínteres. Algunas de esas pistas son que pueda caminar por sí solo sin problemas, sea capaz de expresar sus deseos y necesidades, obedezca instrucciones sencillas, tenga capacidad para quitarse solo el pantalón, se muestre molesto cuando tiene el pañal sucio o se mantenga «seco» por períodos de, por lo menos, tres o cuatro horas.
Algunos niños muestran, además, cierto interés por imitar a sus mayores cuando acuden al baño y sienten curiosidad por el uso del orinal. Otros avisan a sus padres o cuidadores cuando se han hecho caca y mantienen cierta regularidad horaria en sus deposiciones.
El hecho de que varias de estas señales aparezcan juntas nos puede estar indicando que el niño está preparado para controlar sus esfínteres y aprender a usar el inodoro.
¿Cómo comenzar?
Antes de decidirse a retirar el pañal, es fundamental observar las señales y, sobre todo, respetar los ritmos del niño. Lo más práctico es aprovechar la llegada del buen tiempo para liberar al pequeño del pañal durante el día pues, además de que llevará menos ropa puesta (lo que que permitirá quitársela más rápidamente cuando necesite ir al baño), se corren menos riesgos de que se resfríe cuando hay algún escape, muy frecuentes al principio.
Durante los primeros días, e incluso las primeras semanas, son los padres o cuidadores quienes deben proponer al niño ir al WC, en intervalos de entre 20-30 minutos que, más adelante, se irán prolongando.
No se debe forzar, presionar y mucho menos ridiculizar al pequeño si se hace pis encima. Tampoco hay que compararlo con otros niños que ya han superado esta etapa, ni meterle prisa cuando está en el baño, ni mostrarse decepcionado si no lo consigue.
El proceso puede ser complicado y los niños necesitan que sus padres los motiven, los ayuden y les den todo su cariño en este nuevo escalón de su desarrollo. Para ello, resulta muy positivo celebrar sus logros y mostrarse muy comprensivo ante sus fracasos: «esta vez se te ha escapado… Bueno, no pasa nada, la próxima vez seguro que lo haces bien».
Existen adaptadores para el váter y orinales infantiles de vivos colores e incluso con música que pueden facilitar esta labor, aunque tampoco es extraño que el pequeño prefiera utilizar el WC «de los mayores». En cualquier caso, es preferible que ellos elijan la forma en la que se sientan más cómodos y seguros, y que vivan este proceso como un camino de aprendizaje que tiene su recompensa en el reconocimiento de los adultos de referencia.
¿Y si no lo conseguimos?
Si el niño está preparado y sigue unas pautas adecuadas, puede conseguir controlar los esfínteres durante el día en dos o tres semanas, aunque no hay que impacientarse si necesita más tiempo.
Muchos especialistas insisten en la importancia de no echarse atrás una vez que se ha comenzado con el proceso, pues consideran que si se le pone un pañal al niño cuando se sale a la calle o se está en un lugar donde sus escapes podrían ser más comprometedores esto podría crear confusión en el pequeño, que ya no sabría cuándo puede y cuándo no puede hacerse pipí encima.
No obstante, si tras el inicio de la operación y pasado un tiempo prudencial el niño muestra su total rechazo a la retirada del pañal y no da señales de avance, cabría replantearse si verdaderamente es el momento adecuado. En estos casos, es mejor volver a poner el pañal y esperar un tiempo para probar de nuevo. Si el niño no está fisiológicamente preparado, la insistencia puede desembocar en problemas de estreñimiento, cistitis e incluso enuresis posteriores. Y no se trata de imponer una autonomía forzada, sino de acompañar y ayudar a nuestros hijos para que tengan un desarrollo feliz.
Todos los niños, antes o después, consiguen abandonar el pañal. Primero de día, unos meses después también por la noche. No existe ninguna diferencia entre un niño que deja el pañal a los 18 meses y otro que lo hace a los cuatro años, el único inconveniente de que el logro llegue a una edad más avanzada son las trabas que pueda poner la escuela y el gasto en pañales. Por lo demás, ambos casos son normales; ambos niños son sanos y, sin lugar a dudas, los vamos a querer y a respetar igual lo hagan antes o después.
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